El
sueño amenaza con apoderarse de mí, me arrastra hasta un mundo distinto, una nueva realidad de la que
no se si quiero salir.
Estoy
en un pasillo lleno de puertas, miles de colores se aglutinan enfrente, en una
puerta abierta sin dejarme ver el interior.
Sé que debo ir hacia la puerta, pero los colores me abruman, les tengo
miedo…
A
mi espalda solo veo sombras, estas me empujan contra las paredes produciéndome
una sensación de asfixia. Me falta el aire, doy patadas torpes contra ellas
pero resultan inútiles, solo absorben el golpe y me lo devuelven con más fuerza, me aprisionan…
Quiero
salir de aquí, quiero luchar, quiero ir a la puerta de colores, pero es muy
tarde para mí, observo de reojo la puerta, los colores se han apartado y allí
hay un prado, en él un banco color blanco, el perfecto sitio para descansar.
De
mis ojos desbordan lágrimas de arrepentimiento, si no hubiera dudado… si
hubiera cruzado la puerta… Si hubiera tomado la decisión…
Las
sombras no se achantan antes mis lágrimas desconsoladas, me tiro al suelo y por
alguna razón las sombras me dejan hacerlo. Ellas no quieren que luche, quieren
hundirme…
Me
quito las lágrimas de la cara con un manotazo y me levanto con decisión, no voy
a permitir que las sombras me desquicien. Camino con disposición hacia la
puerta y las sombras se apartan de mi camino. Ya no tengo miedo, no necesito llorar, avanzo por el pasillo y
cruzo el umbral de la puerta.
Y
entonces, despierto.
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