Cuesta encontrar el equilibrio entre el bien y el mal, esa
franja tan inestable que puedes pasar de un lado a otro sin darte cuenta.
Los humanos somos muy complejos, nos herimos los unos a los
otros sin darnos cuenta y eso crea una enemistad que te perseguirá para siempre
pudiendo evitarlo con anterioridad.
Las tonterías que nos llevan a hacer estas barbaridades son
los propios sentimientos naturales como la vida misma, el cansancio, la
vagueza, la pereza y hasta la felicidad. ¡Son tan estúpidos los humanos! Y lo
digo yo como si no fuera parte de ellos, no cesamos de cometer un error tras
otro, cansando a la gente de nuestro alrededor y cuando esto pasa pueden
reaccionar de distintas formas y eso nos lleva a la forma más dulce de todas:
La venganza, tan fría y pura como el universo.
Pienso en la reacción de otras personas como gritar o
manifestar su descontento es mucho más amable, pero la venganza es la mejor y
la peor forma de mostrar nuestro descontento hacia alguien, si la formulas bien
la puedes saborear como un postre, lenta y cuidadosamente. Si sale mal la
decepción durará más que el enfado que pudieras tener.
Por lo tanto, ¿Es bueno vengarse? No sabría cómo resolver
este punto enseguida, hay quien dice que no lleva a ninguna parte, que la satisfacción
que se siente es falsa, vacía y sin valor, pero aun así nos hace sentirnos
vivos y esa es la desgracia del ser humano, hacer daño y más daño hasta que el ojo
por ojo haga que todos nos quedemos ciegos.